España / Rioja / Monasterio de YusoMonasterio de YusoInicio |
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El Real Monasterio de San Millán de Yuso (yuso significaba 'abajo' en castellano antiguo) está situado en la villa de San Millán de la Cogolla, provincia de La Rioja (España), en la margen izquierda del río Cárdenas, en pleno valle de San Millán. Forma parte del conjunto monumental de dos monasterios, junto con más antiguo Monasterio de San Millán de Suso («de arriba»). Este Monasterio fue mandado construir en el año 1053 por el rey navarro García Sánchez III de Navarra «el de Nájera». La historia de su fundación va unida a una leyenda basada en un milagro de san Millán (o Emiliano), un joven pastor que se hace ermitaño. Cuando en 574 muere Millán, a la edad de 101 años, sus discípulos lo entierran en su cueva, y alrededor de ella se va formando el primer monasterio, el de San Millán de Suso. San Braulio, cincuenta años después de muerto, escribe su vida. El conde Fernán González era muy devoto de él. Tras la batalla de Simancas, en el año 923, en la que San Millán aparece en defensa de los cristianos, es nombrado patrón de Castilla, y se comprometen a pagar los Votos de San Millán. Tras la imposición del patronato de Santiago con la unificación de Castilla y de León, los castellanos seguirán invocando a San Millán como a su patrón, y en el siglo XVII, al discutirse de nuevo el patronato de España, lo vuelven a confirmar como patrón de Castilla y copatrón de España.El rey García era muy devoto de San Millán. Como acababa de fundar el gran monasterio de Santa María la Real de Nájera en esta ciudad que era Corte del reino, quiso llevarse allí los restos mortales del Santo, que estaban enterrados en el monasterio de San Millán de Suso. El 29 de mayo de 1053[1] colocaron los restos del Santo en una carreta tirada por bueyes y así emprendieron el viaje, con gran descontento de los monjes que allí quedaban desolados por la pérdida de su patrono. Cuando llegaron al llano, cerca del río, los bueyes se detuvieron y ya no quisieron volver a andar; no hubo forma de obligarles. El rey y toda la comitiva comprendieron que aquello era un milagro, que San Millán estaba imponiendo su voluntad de no pasar de allí y ser enterrado de nuevo en aquellos lugares. Fue entonces cuando el rey mandó construir el reciente monasterio, al que se llamó Yuso (abajo), en contraposición con el de arriba (Suso). Hasta al menos el año 1100, coexistieron los dos monasterios, el de arriba, Suso, y el de abajo, Yuso. El primero permanece fiel a la tradición: regla mozárabe y carácter dúplice de doble comunidad masculina y femenina. El segundo, reformado con la regla benedictina. A partir del siglo XII sólo hay una comunidad de monjes, la benedictina, con una casa principal, la de Yuso (abajo). Los siglos X y XI son los de mayor esplendor en lo espiritual, religioso, artístico y cultural. En 1809 los benedictinos son expulsados por primera vez cumpliendo el decreto de José Bonaparte. Vuelven en 1813. Son expulsados de nuevo durante el periodo constitucional del reinado de Fernando VII, entre diciembre de 1820 y julio de 1823. La hacienda real vendió entonces la botica en subasta pública. La tercera y última expulsión de la comunidad benedictina será obligados por la desamortización eclesiástica de Mendizábal. Yuso permanece abandonado durante treinta y un años, desde noviembre de 1835. Entre 1866 y 1868 se establece una casa de misioneros franciscanos de Bermeo y, tras diez años de abandono, en 1878 fue ocupado por los frailes de la Orden de Agustinos Recoletos como casa destinada a la formación de los misioneros destinados a Filipinas. Las primeras obra de rehabilitación que se efectuaron por parte de los agustinos recoletos las realiza Fray Toribio Minguella. El monasterio fue construido en estilo románico, como correspondía a la época. Es demolido en su totalidad y reconstruido en el siglo XVI, en estilo herreriano, de los siglos XVII y XVIII. Se accede al interior por una puerta barroca del siglo XVII que lleva columnas corintias y un relieve de San Millán a caballo. Es obra del arquitecto Pablo de Basave y del escultor Diego de Lizarraga. Desde el vestíbulo se entra al Salón de los Reyes. Recibe este nombre por los cuatro lienzos de reyes bienhechores del monasterio. Los escudos de la Escalera Real son los de la Abadía y los de Castilla. Están fechados en 1697. Es la última gran construcción de los abades benedictinos. En esta sala se encuentra la reproducción del códice 60, y del folio 72 recto en el que están escritas las Glosas Emilianenses. El claustro de la planta baja también se conoce por el nombre de procesional. Comienza su construcción Juan Pérez de Solarte en 1549. Es renacentista con bóvedas góticas. Arcos apuntados, doblados, entre contrafuertes rematados por pináculos góticos con ganchos, poco esbeltos y de labra tosca. La puerta que comunica con la iglesia, decorada al estilo manierista es obra del italiano Andrés de Rodi. Está fechada en 1554 y nos da una idea de la decoración que tenían pensada para el resto del claustro bajo, y que no llegó a ejecutarse. El de la planta alta es clasicista. Columnas toscanas, adosadas a pilares, con friso de triglifos y metopas y capiteles adornados con tres rosetas y molduras de ovas en el equino. Está decorado con veinticinco cuadros de José Vexés que narran los distintos milagros de San Millán, según la biografía de San Braulio, obispo de Zaragoza. La iglesia es de 3 naves, con bóveda estrellada y un bonito cimborrio. Se comenzó en 1504 por mandato del abad Fray Miguel de Alzaga y se termina treinta y seis años después. Gótico decadente. La iglesia era para uso de los monjes, por eso parte delantera, desde el coro central, pasando por el presbiterio hasta el relicario estaba destinada sólo para ellos. La parte trasera, desde el trascoro hasta la puerta era la zona que usaba el pueblo cuando éste podía acceder al templo. Son dos espacios litúrgicos dentro del mismo edificio. Sillería del coro bajo realizada por un tallista flamenco, Matero Frabricio, en torno a 1640 siguiendo las trazas y modelo diseñado por un monje de San Juan de Burgos. Tiene un retablo del siglo XVII con pinturas también de fray Juan Ricci; el cuadro central representa a San Millán en la batalla de Hacinas (Burgos) contra los moros. Los cristianos, en sus luchas contra los musulmanes, eligieron a San Millán como patrono y así, Gonzalo de Berceo en su Vida de San Millán nos cuenta la promesa de los votos legendarios, de una parte Ramiro II de León a Santiago y de la otra, Fernán González a San Millán. Era la zona destinada al pueblo. El trascoro es a la vez el retablo parroquial y puerta de acceso a través del coro al altar mayor. El trascoro, obra de Francisco de Bisou realizada en 1767, de estilo rococó francés, está decorado con esculturas de bulto redondo, probablemente del taller de Pascual de Mena, que representa a los santos que se mueven en torno a San Millán: San Braulio, su biógrafo, San Felices, patrón de Haro y su maestro, San Aselo, San Geroncio, San Citonato, San Sofronio, Santa Potamia, discípulos, y Santa Oria. En esta zona hay también un púlpito plateresco, de finales del XVI. Los mediorelieves representan a los cuatro evangelistas. En el museo podrá contemplar las réplicas de las arcas relicarios del San Millán (siglo XI) y su maestro San Felices (siglo XII). La de San Millán fue un encargo de Sancho IV de Navarra (Sancho el de Penalén), en el año 1067. Es una de las sacristías más bellas de España. En un principio fue la sala capitular. Arquitectónicamente es del s. XVI. Empieza a usarse como sacristía a finales del siglo XVII, época de la que es casi toda la pintura que podemos contemplar. Los frescos del techo y las mesas centrales son del XVIII. El abad Fray José Fernández (1693-1697) la adorna con doce cobres que están sobre la cajonería de nogal. La colección de cobres se completa hasta llegar a los veinticuatro. La enriquece también con cuatro grandes lienzos que traen desde Nápoles. El retablo, barroco, está presidido por una talla de Nuestra Sra. Reina de los Ángeles con cetro y corona. El refectorio mayor, el comedor de los monjes, empieza a ser construido en 1580. Decorado con una portada dórica, asientos con pilastras jónicas estriadas y púlpito. Para su realización se contrató al ensamblador Juan de Iriarte en 1597. Las catorce mesas se realizan en 1608. El mobiliario se conserva completo. Inaugurado en 1977 con motivo de las celebraciones del Milenario de la Lengua Castellana, hoy es el lugar emblemático del monasterio. Está decorado con todos los escudos y banderas de los países hispanos y de Filipinas por las embajadas correspondientes, además de un busto de Gonzalo de Berceo, primer poeta de las letras españolas y notario de este monasterio. En este salón se realizan los actos oficiales y las conferencias relacionadas con el castellano. Una lengua no nace en un lugar ni en un momento concreto, pero es en el monasterio de San Millán en el siglo XI cuando un monje tiene conscientemente el atrevimiento de poner por escrito palabras y frases de esa lengua del pueblo. Nadie lo había hecho antes con una intención literaria. Son las Glosas Emilianenses. En el mismo códice encontramos también las primeras palabras escritas en vascuence. Por esta razón San Millán de Yuso celebra en 1977 el Milenario de la Lengua, y desde entonces se le conoce con el nombre de «Cuna de la Lengua». En el Salón de los Reyes se encuentran las lápidas conmemorativas del milenario de la lengua castellana y vasca, así como una reproducción facsímil del Códice 60. Para las abadías y monasterios su más estimado tesoro eran las reliquias de los santos, sobre todo si eran del santo fundador. Don Blas, abad de Yuso entre 1067 y 1081, manda realizar el arca relicario más rico posible para venerar los restos de San Millán, empleando en su interior telas finísimas y revistiendo el exterior con láminas de oro, plata, piedras preciosas y tarjetas de marfil. Entre la colección de relicarios del monasterio sobresalen las arcas relicarios de San Millán (s. XI), por un lado, y la de San Felices (s. XII), por otro, por sus marfiles románicos. Son veinticuatro tarjetas, once a cada lado del arca, y uno en el centro de cada uno de los frontispicios. Así duró hasta el año 1809 en el que los soldados de Napoleón arrancan las placas de oro y piedras preciosas. Hoy queda en Yuso de la antigua arqueta por un lado la antigua pieza en la que se puede ver la madera original y el forro interior de tela árabe del siglo XI. En el relicario nuevo de plata realizado en 1944 están los marfiles románicos del siglo XI originales que se conservan: trece de la vida de San Millán, dos fragmentos de la misma serie, más los del abad Don Blas y del escriba Don Munio. Cada comienzo de primavera y de otoño, en torno al 21 de marzo y septiembre, tiene lugar el equinocio. Son los días de igual duración del día y de la noche, cuando el sol se proyecta directamente sobre la línea del ecuador, cuando los polos de la tierra se hallan mejor orientados de norte a sur, y lo que llamamos línea ecuatorial, de este a oeste. Es el mejor momento para fijar los puntos cardinales. Más o menos a las seis y cuarto de la tarde en el monasterio de Yuso se puede ver sobre el cuerpo central del templo un círculo perfecto de luz solar. Dura apenas unos minutos. El rayo de luz entra por el rosetón de la parte trasera de la iglesia, pasa por el círculo que corona el trascoro y da en el centro geométrico de la iglesia. Marca así el eje de la iglesia y, por tanto, la perfecta orientación de la cabecera hacia el este. Este fenómeno, además de su significado matemático, tiene otros a nivel mistérico. Tiene el monasterio también una importante biblioteca de Cantorales del siglo XVII. Unos 30 libros gigantes, pesan entre 40 y 60 kg, hechos a mano a lo largo de cuatro años de trabajo y en el que se utilizaron la piel (pergamino) de unas 2000 vacas. Contienen la colección completa de todos los cantos que la comunidad monástica reza a lo largo de todo el año. Es una de las cuatro colecciones completas que se conservan es España. Junto a los cantorales hay una excelente colección de facsímiles. El códice 46, fechado en el 964, que en palabras de los hermanos Turza «se trata de un diccionario enciclopédico de 20.000 artículos como los diccionarios actuales», y que recogen todo el saber de la época. El códice 60, el de las Glosas Emilianenses, primeras frases en castellano y palabras en vascuence. Una de las obras del primer poeta de nombre conocido en castellano, Gonzalo de Berceo, que fue educado en el monasterio de Suso y termina como clérigo notario de Yuso. Los excelentes calígrafos del monasterios están representados por una obra de fray Martín de Palencia, monje de San Millán. Heredera del antiguo Escritorio de San Millán el conjunto de archivo y biblioteca está considerado entre los mejores de la España monasterial. El archivo consta de dos cartularios (el Galicano y el Bulario) y unos trescientos documentos originales: pleitos, donaciones, compraventas, privilegios, bulas... Todo ello referente al monasterio de San Millán o a sus monasterios o iglesias. El documento más antiguo es el de la fundación de San Miguel de Pedroso, del año 759. El primero que está copiado es una interpolación fuera de página y se refiere a los votos de San Millán. También podemos encontrar uno de los textos más interesantes de la Edad Media referidos al País Vasco, la Reja de San Millán, escrito en 1025. La biblioteca, de estilo veneciano, es de 1780 y posee una verdadera riqueza de libros antiguos. Tiene la misma disposición que le diera el abad Don Anselmo Petite en 1780. Su grandeza se debe más a la calidad y rareza de sus fondos, que al número, ya que sus artísticas estanterías no admiten más de diez mil volúmenes. Cuando los monjes benedictinos se van del monasterio en 1835 la dejan prácticamente vacía. Son los agustinos recoletos los que se preocupan por recuperar los mismos libros, ya que estos se quedan en los pueblos de los alrededores. Ellos recuperan más del ochenta por ciento de la biblioteca original, algo realmente valioso teniendo en cuenta que las bibliotecas de otros monasterios se rehacen totalmente cuando vuelven los monjes. El portal de internet de la Fundación San Millán de la Cogolla permite acceder al fondo documental de la biblioteca. El proceso de digitalización de los documentos comenzó en 2001, y ha continuado hasta alcanzar la cifra de más de 72.000 páginas de 212 volúmenes de gran valor. Fr. José Sáenz de Aguirre (Logroño 1630, Roma 1699), es el monje benedictino más ilustre del monasterio de Yuso. Catedrático de Salamanca, considerado el mejor teólogo de su siglo, sistematizador de la teología de San Anselmo, historiador de los concilios, el papa Inocencio XI lo nombra cardenal a propuesta de Carlos II en reconocimiento de la defensa de los derechos del papado frente a las tesis galicanas de su obra: Auctoritas infallibitis et summa cathedrae S. Petri. Cuando muere encarga que «en una arquita trajeran su corazón al Real Monasterio de San Millán». Así se cumplió, colocándolo en Suso, donde estuvo hasta la desamortización. Entonces se bajó a Yuso. En la antesacristía se ven dos medallones con los bustos del Beato Inocencio XI y del Cardenal Aguirre. Fray Juan Ricci, benedictino, considerado el mejor pintor claustral español, trabaja en el monasterio entre 1653 a 1656, durante el mandato del abad Fray Ambrosio Gómez, que le había visto pintar en el claustro de San Martín, de Madrid. En el Salón de los Reyes del Monasterio podemos ver cuatro lienzos con las siguientes leyendas: * El conde Fernán González, señor de Castilla, que concedió los votos a N. P. S. Millán Suyos son también los lienzos del grandioso retablo del altar mayor, que consta de dos cuerpos. El principal, con cuatro columnas doradas de orden corintio y, en el centro, un gran lienzo que representa a San Millán a caballo en la batalla de Hacinas que ganó el Fernán González. Sobre éste cuerpo está el ático formado por pilastras doradas, y en él el bellísimo cuadro de la Asunción de Nuestra Señora, en el que puede apreciarse la influencia del Greco. En el banco del retablo, los dos apóstoles, San Pedro y San Pablo. Otros lienzos suyos son: * San Ildefonso y Santo Domingo de Silos. |